Sobre silencios y encubrimientos

Diana Kordon *
(Perfil, 14.09.12)



Foto: El Intransigente

El último documento de Carta Abierta se pronuncia por la reforma de la Constitución y su subtexto, casi manifiesto, se suma a la campaña para habilitar la re-reelección de Cristina Fernández de Kirchner.

Más allá de esta cuestión, me produjo profundo asombro el tratamiento con el que se abordan algunos problemas que, dolorosamente, han atravesado la escena social en el último período. La tragedia de Once y las violaciones actuales de derechos humanos son consideradas como hechos lamentables, desdichados, accidentes o vulnerabilidades de derechos que, además de ocurrir en diferentes metrópolis del mundo, desde la usina mediática tratarían de atribuir a una supuesta Culpa Estatal.

Este planteo implica un punto de inflexión de sus autores: en otros momentos hubieran considerado estos hechos como inaceptables y los hubieran denunciado como expresión concentrada de una política oficial enfrentada a las necesidades de las grandes mayorías. Incluso se hubiera constituido en un obstáculo ético.

Las imágenes del 22 de febrero en Once se inscribieron en la memoria colectiva como producto de un entramado de corrupción e impunidad, que había sido largamente denunciado por los trabajadores del ferrocarril Sarmiento y cuyos responsables fundamentales eran la empresa TBA, es decir el grupo Cirigliano, y el Gobierno nacional.

Por otra parte, la aplicación de medidas de ajuste que se descargan sobre los sectores más desposeídos para paliar la crisis económica, ha profundizado los síntomas de malestar de diferentes actores sociales, que ocupan la escena pública en demanda de sus derechos. El Gobierno responde crecientemente con represión. En los dos últimos años se produjo un salto cualitativo en la criminalización de la protesta: 21 asesinados en conflictos sociales, más de 4000 procesados, la sanción de la ley antiterrorista, represión directa de múltiples expresiones de lucha, son marca de esta situación.

El traslado de más de 60 detenidos, incluidos niños, a Campo de Mayo, en un operativo en la Panamericana, dirigido personalmente por el subsecretario de Seguridad, tiene un valor simbólico insoslayable. ¿Acaso se puede ignorar el efecto sobre la subjetividad colectiva, y no sólo sobre los afectados directos, de la utilización como prisión colectiva, aunque fuera por unas pocas horas, del que fuera uno de los grandes centros clandestinos de detención?

La combinación de silencio y enmascaramiento de las responsabilidades del Gobierno en estas situaciones por parte de los integrantes de Carta Abierta, se explica por el papel de este nucleamiento en la construcción de mecanismos de control social. Sobre la base de una épica discursiva, se trata de inducir socialmente a que resulten lógicos y naturales un cuerpo de ideas, un sistema de creencias, e incluso un modo de accionar, por parte del conjunto: estamos ante un momento refundacional de la Argentina, un momento instituyente que debe corresponderse con cambios constitucionales.

En sintonía con la narrativa oficial, Carta Abierta sostiene que este gobierno marca una nueva etapa igualitaria y esperanzadora. Instala la idea de "la diferencia", la hendija, la fisura, que el kirchnerismo habría abierto en una dirección progresiva acorde a las necesidades del país y de las mayorías populares. Da por hechos cambios económicos-sociales profundos, sin diferenciar anhelos de realidades. Y cada uno de los signos que indican que persiste la dependencia y la expoliación de las grandes corporaciones, que el grupo económico ligado al kirchnerismo crece agigantadamente, que la brecha de la desigualdad se profundiza, serían tareas pendientes. Con un discurso ambiguo, desde el cual se exime de demostrar la veracidad de sus afirmaciones, Carta Abierta atribuye al Gobierno un programa que no es el que éste plantea y que sería el que supone aún no concretado por los obstáculos externos que se le oponen. Este posicionamiento tiende a generar un efecto ilusorio de expectativa, y a construir consenso social favorable hacia la acción del oficialismo. Pero, por sobre todo, a reducir el despliegue de un proceso cuestionador y de prácticas sociales contestatarias por parte de los movimientos populares.

Los intelectuales agrupados por su afinidad con el Gobierno nacional, se dirigen a todos aquellos que, por historia o por perspectivas de futuro, se identifican con la necesidad de producir transformaciones en el sentido de lo democrático, lo nacional y lo popular.

Plantean un modelo binario, especular, con sólo dos posiciones posibles: por un lado el Gobierno y Cristina F. de K. en el liderazgo de un proceso transformador respecto del universo neoliberal, y por el otro la oposición dirigida por la corporación mediática: "ellos o nosotros".

Con esa premisa, utilizada como enunciado de verdad incuestionable, tanto los movimientos sociales como sectores de la oposición que nada tienen que ver con la derecha, quedan ubicados en un lugar de subordinación respecto de la agenda de "la corporación". Serían arietes de esa derecha.

Esta maniobra de polarización produce un efecto de intimidación que funciona como una verdadera inducción al silencio, paralizante, por la descolocación subjetiva que produce la posibilidad de que la crítica puede identificarse con modelos de la derecha convencional.

Frente a esta inducción, sostener la capacidad de pensar y accionar con autonomía se nos presenta como necesidad ineludible.


* Médica Psiquiatra. Psicoterapeuta. Profesora Universitaria de Grado y Postgrado. Coordinó el Equipo de Asistencia Psicológica de Madres de Plaza de Mayo desde 1979 a 1990, fecha en que decidieron conformar un equipo independiente con el que trabajan hasta el día de hoy, el Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Psicosocial, EATIP, prestando asistencia psicológica a personas que han sufrido la represión política de ayer y de hoy.
Personalmente la conocí en sus participaciones en la Cátedra Abierta de DDHH de la Facultad de Medicina de la UBA en 2003.
Es integrante del colectivo Plataforma 2012.








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